El Instituto Superior de Estudios Teológicos “Juan XXIII” –ISET fue fundado en 1975 por un grupo de Superiores Mayores de Institutos Religiosos en Lima–Perú. Está reconocido por la Conferencia Episcopal del Perú y por el Estado Peruano. El ISET “Juan XXIII” nace en respuesta a la urgencia de ofrecer una formación teológica y pastoral encarnada en Latinoamérica, particularmente en el Perú, con pastores y ministros del Evangelio que sepan sintonizar con su pueblo, capaces de vivir e implementar las nuevas orientaciones del Magisterio de la Iglesia, especialmente del Concilio Vaticano II y de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.
Los antecedentes del ISET hacen referencia a la Teología de su tiempo, de las inquietudes sociales en Latinoamérica, donde afloraban enfoques teológicos novedosos y reflexiones teológicas y pastorales más autónomamente latinoamericanas, demandándose una Iglesia acorde a su realidad, solidaria con los más necesitados y, por lo tanto, más cerca a Dios.
En la actualidad el ISET “Juan XXIII” quiere situarse con actitud entrañable y comprometida con la realidad y la cultura del Perú, desarrollando su actividad con un profundo sentido de pertenencia y participación en ella. En los estudiantes se alienta el compromiso con la vida eclesial según su vocación personal. Ellos son miembros de comunidades religiosas y encuentran en nuestra casa de estudios un aliento insistente para profundizar su compromiso de forma cada vez más lúcida y competente.
Una tarea esencial –que creemos deber nuestro emprender– es despertar en el mismo campo académico una formación y reflexión crítica sobre los modelos de sociedad, y sobre los desafíos del mundo contemporáneo: la lucha por la paz y contra el hambre, la promoción de la justicia, y la defensa de los derechos humanos y la calidad de vida, etc.
En este marco de Identidad, el ISET “Juan XXIII” quiere desarrollar sus fines, objetivos y actividad esforzándose por ser una familia auténtica, centrada en torno a la persona y el acontecimiento de Cristo y animada por su Espíritu.
«La fuente de su unidad deriva de su común consagración a la verdad, de la idéntica visión de la dignidad humana, y, en último análisis, de la persona y del mensaje de Cristo que da a la Institución su carácter distintivo»( JUAN PABLO II, Constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae, sobre las Universidades Católicas, Ciudad del Vaticano (15-agosto-1990), Nº 21).
Todos los actores comprometidos en esta casa de estudios trabajamos en equipo, formando parte de una Iglesia que anuncia la Buena Nueva y camina como Pueblo de Dios