“San José, cuídanos con corazón de padre” – Proyección actual de la persona y devoción de San José
Autora: Hna.Sally Harper Majerus, CSJ
Introducción
¡Qué alegría nos dio a las congregaciones de san José cuando el Papa Francisco declaró el Año de san José! Agradezco a los organizadores de este programa de darnos la oportunidad de compartir sobre nuestro querido patrón y guía, san José.
No escuchamos ninguna palabra de san José en los Evangelios. Sin embargo, es una persona muy elocuente. En esta reflexión, me gustaría compartir con ustedes los acontecimientos donde José nos muestra esta elocuencia con su testimonio de vida. Como dijo su hijo adoptivo, Jesús: El árbol se conoce por sus frutos. (Mt. 12, 33c)
1. El sí de José
En el primer capítulo del Evangelio según Lucas encontramos la escena muy conocida de la Anunciación en que María, “la prometida de José” escucha el mensaje del ángel: que ella va a dar a luz a “Jesús, hijo del Altísimo”. María responde a esta invitación con un “sí” y por ello, llega el cumplimiento de la historia de salvación.
El “sí” de María pone a José en un dilema: porque el compromiso del matrimonio para una pareja, según la ley en aquel tiempo, los colocaba legalmente casados con todos los derechos y deberes del matrimonio. En ese contexto, según las circunstancias algunas parejas vivían juntas y en otras situaciones vivían en su propia casa familiar hasta la ceremonia del matrimonio. De acuerdo con los relatos según los Evangelios de Mateo y Lucas, María y José seguían en sus hogares familiares.
Por consiguiente, según la Ley judía, si la pareja no viven juntas y una mujer salía embarazada durante el tiempo del compromiso, ella era considerada como una adultera y merecía la muerte por apedreamiento. Este es el dilema de José porque él ama a María y no quiere condenarla. Para ello, José encuentra una salida: escribir una orden de divorcio, de esta manera María no sufriría la condena de muerte. José decide así aunque haciendo esto, José sería considerado como un irresponsable.
Muy firme en su amor para con María, José está contemplando esta salida cuando aparece el ángel “en sus sueños” y le explica la situación de María: “la criatura que espera es del Espíritu Santo”. José responde a este mensaje con un “sí” rotundo, no con una palabra sino con una acción: Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió en su casa a su esposa.
En su carta apostólica Patris Corde el Papa Francisco dice: En cada situación, José declaró su propia “fiat”, como los de María en la Anunciación y Jesús en el Huerto de Getsemaní.
No escuchamos el “sí” de José, sin embargo, lo vemos en las acciones que él realiza. Muchos años después, cuando Jesús, el hijo adoptivo de José está enseñando a sus discípulos, discípulas y a la multitud, él enfatizará la importancia de las acciones sobre las palabras, porque es en el comportamiento de una persona que vemos su verdad.
Momento de reflexión
2. José protector
Si seguimos los sucesos de José, la siguiente vez lo encontraremos en el viaje a Belén. Sabemos por las listas de antepasados en los evangelios según Mateo y Lucas, que José es un descendiente de David. Por eso, cuando el emperador romano declara el censo, nadie va a la casa de José y de María con un formulario para llenar. Esta pareja necesita viajar a Belén porque los descendientes de David deben inscribirse en el pueblo de Belén, la ciudad de David.
Por supuesto, este viaje y estadía es tan complicado por el hecho de que María está embarazada y cerca al parto. Hemos visto tantas imágenes de esta joven pareja y el burro fiel atravesando los 150 kilómetros de Nazareth a Belén. Sin embargo, la verdad es que nadie viajaba a solas por miedo de los ladrones y animales silvestres. Es muy probable que María y José viajaron como parte de una caravana de este sector de Galilea para tener protección mutua durante este peregrinaje al pueblo de sus ancestros.
Todos sabemos que María y José llegaron a una ciudad de Belén abarrotada de tantas personas que arribaron para ser contadas en el censo. Por consiguiente, ellos recibieron respuestas negativas a sus pedidos de un espacio en las posadas: ¡No había sitio para ellos!, y resultaron los sin lugar. Pero, José no acepta un “no”. Él es muy consciente de ser el protector de su joven esposa y el niño que espera. Además, es una persona ingeniosa. Después de insistir en varios lugares, él empieza a buscar otras posibilidades para su estadía y logra conseguir un lugar en un establo que ofrece un espacio más seguro para el nacimiento de Jesús.
Si alguien tiene la imagen de un José pasivo, ¡favor de repensarlo! Una y otra vez vemos a José tomar “el toro por las astas” para lograr proteger a su familia.
Un tiempo después del nacimiento de Jesús, cuando la familia está todavía en Belén, José recibe un mensaje del ángel sobre el complot del Rey Herodes cuyos celos lo llevan a querer eliminar al niño. Esto resultó de la visita de los tres magos al palacio de Herodes en Jerusalén en búsqueda del “rey judío recién nacido”. Otra vez José necesita responder al desafío de cómo proteger a su familia. Y nuevamente José toma la iniciativa: empaca sus pocas pertenencias y de noche con María y Jesús empiezan el arduo viaje a Egipto para escapar del odio del rey.
La familia de Nazaret se encuentra en movilidad forzada, huyendo de la violencia. Este viaje es largo y, llegando a Egipto, José tiene que buscar la manera de proveer para su familia. Emigrantes, extraños en una tierra extranjera—la situación de esta pequeña familia es muy precaria, pero José busca la manera de seguir adelante.
Como dice Papa Francisco en la Carta Apostólica Patris Corde: José ciertamente no está resignado pasivamente, sino actúa con valentía, firmeza y proactivo…San José no buscó atajos, sino que enfrentó la realidad con ojos abiertos y aceptó la responsabilidad personal por su familia.
Cuando contemplamos la realidad de José, María y Jesús en Egipto, nos hace pensar en nuestros hermanos y hermanas refugiados—de Venezuela, de Haití, de otros lugares. Como la Sagrada Familia, vienen buscando seguridad a una situación que pone en peligro su propia existencia, la de su familia y su bienestar. ¿Cuántas personas emigrantes son como José—desesperados para salvar a sus familiares? Dispuestos a trabajar en cualquier labor para proteger a sus familiares, siendo extraños en un país extraño.
Momento de Reflexión
3. José, el “abba” de Jesús
En el Evangelio según Lucas hay un versículo sobre José que es clave: “Al octavo día, circuncidaron al niño según la Ley y le pusieron el nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes que su madre quedara embarazada” (Lc, 2, 2) La circuncisión señala el recibimiento de un varón al pueblo judío. Hoy en día este ritual es el equivalente a un padre firmando la partida de nacimiento de su hija/o en los registros civiles. Es un acta de reconocer públicamente que este niño es mi hijo, mi hija. Sabemos que José no es el padre biológico de Jesús, entonces ¿por qué cumplió este rito fundamental? Porque al colocar al niño en su regazo y sostenerlo durante esta ceremonia, José está diciendo a todo el mundo que él es el padre, el padre adoptivo de Jesús. Y en todo momento José cumple el rol de padre.
En arameo, la lengua materna de Jesús, la palabra para “papá” es “abba”. Esta palabra, como “mamá” muchas veces son las primeras palabras que usan los niños y las niñas pequeños/as. Cada mamá y cada papá experimenta el gozo cuando su hijito o hijita extiende sus bracitos y por primera vez les llama por este nombre tan tierno: mamá, papá.
Cuando José lleva a Jesús en sus brazos, cuando lo levanta de su cuna o del piso donde está gateando, Jesús mira a José y dice “abba”. Como dice el Papa Francisco en la Carta Apostólica Patris Corde: Como el Señor había hecho con Israel, así hizo José con Jesús: le enseñó a caminar, tomándole de la mano; era para él como un padre que lleva a un niño a sus mejilla, se inclina hacia él y lo alimenta (cf Os 11, 3-4)….En su relación con Jesús, José era la sombra terrenal del Padre celestial: lo cuidaba y protegía, sin dejarlo nunca para que siguiera su propio camino.
Es de José y de María que Jesús aprende que es el amor sin límites que las madres y los padres sienten por sus hijos e hijas. Un amor que está dispuesto a dar todo lo necesario para proteger y apoyar, guiar y orientar, sacrificar y proveer por sus hijas e hijos.
José es el “abba” de su hijo adoptivo y cuando Jesús ya es adulto y vive su misión, él usa la palabra “ABBA” cuando habla de Dios porque la intimidad de su relación con José es lo que le ayuda a Jesús entender la intimidad de su relación con Dios—este Dios que en el Bautismo de Jesús proclama: “Este es mi hijo el amado, el más querido.”
Cuando Jesús usa esta palabra “Abba”, una expresión tan íntima para hablar de Dios, causa escándalo entre los fariseos y maestros de la Ley porque es demasiado familiar. Pero Jesús, como fruto de su relación íntima con su padre adoptivo José, sabe y enseña que Dios nos ama con este amor sin límites y nos invita constantemente de reconocer y deleitarnos en este amor de Dios-Abba para con nosotros/as.
Momento de reflexión
4. José, trabajador
Todo el mundo ha visto imágenes de José en tu taller de carpintería. Conocemos de su oficio cuando leemos sobre las visitas que realizó Jesús a su pueblo de Nazareth. Cuando él predica o sana a algunos enfermos, la gente que eran sus vecinos se muestran incrédulos: “¿No es este el hijo del carpintero?”
La palabra griego, “Tektōn” está usado en el Evangelio para describir el trabajo de José y de su hijo, Jesús. La palabra original significa un obrero, un artesano que trabaja la piedra, la madera y el metal. Entonces, podemos entender que José es trabajador de mil oficios—una persona muy necesaria en un pueblo pequeño como Nazareth. Todos conocemos este tipo de trabajador que no solamente fabrican objetos de madera, sino puede restaurar cosas rotas, arreglar tubería, construir con ladrillos y piedras, pintar o enyesar una pared. Sabemos que muchas veces este tipo de trabajador cumple con su oficio “atrás de las escenas”. No reciben publicidad, no están en el podio de la fama. Sin embargo, su trabajo es tan esencial y necesario para la marcha de la sociedad.
En su carta apostólica Patris corde, Papa Francisco enfatiza la deuda que tenemos con estos trabajadores y trabajadoras. Nos dice: en medio de la crisis, nuestras vidas están entretejidas y sostenidas por gente común, gente a menudo pasada por alto. Personas que no aparecen en los titulares de periódicos y revistas, ni en los últimos programas de televisión, pero que en estos mismos días seguramente están configurando los hechos decisivos de nuestra historia. Podemos pensar en cuántos ejemplos en nuestra sociedad.
El trabajo que realiza José es una labor que requiere creatividad e ingenio, pero lamentablemente no produce mucho ingreso económico. Sabemos que José no gana mucho en su trabajo porque, cuando José y María llevan a Jesús al templo para la presentación del hijo primogénito y la purificación de María después de dar a luz, su ofrenda es la de las personas pobres—dos tórtolas.
Las personas pudientes en el tiempo de Jesús pudieron ofrecer sacrificios muy elegantes como corderos y bueyes. En cambio a José lo podemos ver con dos palomas en su mano acercándose para cumplir con su deber como padre de Jesús. Me pregunto si José no sentiría, como muchos padres de familia hoy, un tanto afectado porque no puede ofrecer más a su familia. Su situación económica lo limita en lo que él puede brindar.
Al mismo tiempo, me imagino que José se sentiría orgullo de su oficio y con mucha alegría le enseña esta labor a su hijo Jesús. José siente así, porque cree en la dignidad del trabajo, lo importante es lo que una persona realiza para sostener a su familia, sea el servicio que sea. Como dice Papa Francisco en su carta Patris Corde: [de José] aprendió Jesús el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer pan que es fruto del propio trabajo…Las personas trabajadoras, cualquiera que sea su trabajo, están cooperando con Dios mismo y de alguna manera se convierten en creadores del mundo que los rodea.
Un momento de reflexión
6. José, el santo del “plan B”
Si observamos, podemos darnos cuenta de que hay un patrón en la vida de José y es que constantemente muestra la capacidad de cambiar sus planes. Revisemos esas ocasiones:
- – El plan A de José fue casarse con María a quien ama y formar una familia. Cambia al plan B y como resultado, José recibe a María más temprano de lo que esperaba porque lleva en su vientre al “Hijo del Altísimo”.
- – El plan A de José era establecer su hogar dentro del recinto de su familia extendida, asumir el cuidado de su familia y cumplir con su oficio. El plan B resultó viajar a Belén donde nace su hijo adoptivo y luego viajar aún más lejos a Egipto para salvar la vida de este hijo muy amado, lejos de su familia y de su pueblo conocido.
- – Regresando José, María y Jesús a Israel después de la estadía en Egipto, el plan A de José era establecerse en Judea en el sur. Cambia al plan B, por temor a la situación política, decidiendo ir a Galilea y establecerse en el pueblo de Nazareth, en el norte de Judea.
- – El plan A de José era llevar a Jerusalén por primera vez a Jesús de 12 años, edad en que se le considera adulto en su sociedad e introducirlo al templo, a los ritos y sacrificios que se llevan a cabo allí. El plan B es que, regresando a Nazareth con la caravana, José y María descubren que Jesús no está junto con sus compañeros jóvenes. El padre y madre, muy preocupados por la “pérdida” de su hijo, regresan lo más rápido posible a Jerusalén para buscarlo. Cuánta angustia experimentó José hasta encontrar a su hijo en el templo conversando con los maestros de la ley. Y qué sorpresa y confusión sentía al escuchar la explicación del por qué decidió quedarse: ¿Por qué me buscaban? ¿No saben que me debo a los asuntos de mi Padre?
No es que José no siente miedo cuando está confrontado con estos cambios, pero como el Papa Francisco expresa en su Carta Apostólica Patris Corde: Incluso a través de la angustia José, pasa la voluntad de Dios, su historia y su proyecto. También nos enseña que, en miedo de las tempestades de la vida, nunca debemos tener miedo de dejar que el Señor dirija nuestro rumbo. A veces, queremos tener el control total, pero Dios siempre ve el panorama más amplio.
Nuestro Dios es un Dios de sorpresas y muchas veces, como José, descubrimos el camino que Dios quiere cuando cambiamos de ruta. José, el hombre justo, en su capacidad de dejar sus planes para cumplir el plan de Dios, nos enseña cómo vivir con ojos abiertos, oídos atentos y corazón dispuesto al plan de Dios revelado en lugares inesperados.
José no solamente cambia su plan de vida, sino también cambia actitudes, de formas de pensar en las cuales ha sido formado como un varón judío en Palestina del primer siglo:
José tiene el derecho de condenar a su prometida a la muerte por su supuesta infidelidad. Pero José escoge el camino de perdón, de amor, sacrificando su propio futuro para acompañar a María y la criatura que lleva en su vientre. Y en formar su familia, José escoge la ruta de la mutualidad, de un compartir familiar donde cada miembro tiene valor.
Algunos se pueden preguntar ¿cómo llego a esta conclusión sobre José cuando nunca escuchamos una palabra de él mismo? Llego a estas reflexiones sobre José porque observo su modo de vivir. Lo que José hace habla mucho más de lo que pudo haber dicho.
También, veo el reflejo de José en la vida de su hijo adoptivo, Jesús. En su vida vemos la práctica que Jesús aprendió de su padre humano:
- – Jesús nos enseña el amor y el perdón.
- – Jesús nos dice que el líder necesita servir.
- – Jesús rompe los paradigmas de su sociedad, respetando a la mujer y recibiendo a ellas como discípulas junto con los varones que lo siguen.
- – Jesús se abre a la voluntad de su Padre divino, aunque incluye sacrificio, porque sabe que los caminos de Dios, a pesar de los obstáculos que encuentra, siempre llevan a la VIDA—la última palabra.
Muchas veces en nuestra vida, tenemos que soltar el Plan A para seguir el Plan B. Cuando esto ocurre, pedimos a san José la fortaleza y la paz mientras descubrimos que Dios siempre está con nosotros en el caminar.
Un momento de reflexión
Para terminar, me gustaría compartir con ustedes la letra de una canción que fue escrita por dos hermanas nuestras:
HOMBRE JUSTO
En tu silencio encontramos el coraje para hablar;
de tu fidelidad nos brota fortaleza para luchar,
en el mundo que sufre la violencia y opresión,
con el pueblo que busca la paz y compasión.
En tu silencio encontramos el impulso pa’ rezar:
de tu fidelidad tomamos el riesgo para amar,
en el mundo herido por hambre y división,
con el pueblo que busca la esperanza y unión.
HOMBRE JUSTO, ENTREMOS EN TU SILENCIO.
SIGAMOS TU EJEMPLO EN EL MUNDO QUE GRITA POR LA PAZ Y LA JUSTICIA.
REUEGA POR NOSOTRAS, SAN JOSÉ.
Super interesante el post!!!